Hace dos días que suena la misma canción, aquella que te gusta tanto.

No quiero empezar diciendo que estoy bien.
Por que a veces tengo esa sensación que cuando uno habla mucho de algo que quiere, se arruina.
Entonces, jugando un poco con las palabras, voy a empezar.
No estoy mal.
Estoy mucho mejor, y si es que acaso no lo estoy, al menos ya soy consciente de mis ganas de estarlo.
Mis días están cambiando, me sorprendo a mi misma cantando cuando bajo del ascensor, cuando subo en él, cuando ando en el auto, antes de llegar a clases, después.
El único momento en el que me inundo de silencio es cuando (obligatoriamente) tengo que pasar por su casa. Trato de pegar el auto lo más que puedo al cordón derecho. Como si con eso lograra volverme invisible, o gris, como el pavimento.
Y ahí me acuerdo de él.
Y me aferro un poquito. Y digo. No. No lo quiero olvidar. No quiero seguir. No quiero conocer a nadie. Quiero vivir así para siempre.
Me acuerdo de que una vez me prometí nunca olvidarme de lo que sentía por él.
Me acuerdo de que le pedí a algunas personas que no me dejaran olvidarlo.
Pero supongo que hay promesas que es mejor romperlas, que mantenerlas.
O al menos de eso trato de convencerme.
Son 5 minutos del día que abrazo completamente su recuerdo, después, lo suelto, y lo guardo.
DONDE NO PUEDA VERLO.